Crítica a C.A.L.I de Carolina Andújar

 

*(Atención, la siguiente crítica se basa en la opinión subjetiva del autor y no busca agradar o complacer un público específico. Siempre se aconseja leer la obra antes de entrar en un debate frente a lo escrito a continuación) *

 

 

Crítica a C.A.L.I por Camilo Ramírez Meza (El hijo de Laertes) Intagram: @elhijodelaertes

 

“Existo desde el principio del mundo y, desde entonces, soy un ironista.”
― Fernando Pessoa,
La hora del Diablo

 

C.A.L.I es un triller corto de la escritora colombiana Carolina Andújar, autora de libros de gran éxito comercial como “Vampyr”, “Vajda” y “Pie de bruja”, que pertenecen a un universo literario que la autora ha denominado como “Carmina nocturna”. Sin embargo, C.A.L.I a pesar de exponer un personaje (el diablo), que podríamos afirmar pertenece al mundo de lo mágico y lo fantástico, su abordaje no gira en torno a la creación de un universo que actúe con sus propias reglas y diste de la realidad en la que vivimos en el plano físico. Todo lo contrario, la obra se presenta en un lenguaje un tanto pícaro, haciendo uso de la ironía y el humor negro, contextualizado desde distintas aristas de la sociedad caleña y colombiana.

Santiago de Cali, es la capital del Valle del Cauca y está ubicada en el costado sur occidental de Colombia, muy cerca a la costa pacífica. La ciudad ha sido reconocida a nivel mundial por la Salsa, ritmo que denota el sabor y la energía que hay en sus ciudadanos; además de los juegos panamericanos y su clima cálido, sin dejar de nombrar los aspectos oscuros como el narcotráfico, la inseguridad y la discriminación racial.

Andújar nos muestra la sombra de la ciudad donde la prostitución, la infidelidad, la doble moral, la pobreza y el sufrimiento que padecen los seres humanos, sin importar su estrato social, se conjuga en un libro de no menos de 200 páginas. De la misma manera, juega a entrelazar la vida de sus personajes, una estrategia literaria que atrapa al lector y que lo lleva de manera sutil de un mundo a otro.  Andújar, deja muy claro que al diablo no le importa el estrato ni la condición social, él trata a los humanos por igual por su capacidad ilimitada para pecar.

En C.A.L.I nadie se salva.  

Y es así, ni siquiera Lucifer es capaz de salvarse de su propia vanidad. Dentro de la novela vemos como todos los personajes ganan (o creen que ganan) y pierden constantemente como reflejo de las crueles leyes de la vida a la que los mortales estamos atados y obligados a jugar; un juego eterno entre dos influencias, como ya lo hemos visto en Constantine, donde las almas humanas son trofeos para los híbridos y sus amos.

Aquí en la Sucursal del Cielo (aunque parezca irónico el apelativo) los personajes a los cuales ha dado vida y voz Carolina, confluyen entre sí en un mar de inesperadas casualidades y causalidades, todas ellas originadas por Lucifer, quién disfruta desde el principio de los tiempos de todos estos pequeños placeres que le brindan los deseos humanos. Pero antes de detenernos en el que creemos es el personaje central, demos una vuelta por las altas esferas del mundo caleño donde una mujer, empoderada de sí misma, despierta la envidia y el odio de muchos quienes la conocen y no la conocen, ella es Margarita Mendoza, presentadora de Notilight (como todos los noticieros del país), es exitosa y de las pocas mujeres que ha navegado en las aguas de la fama y ha logrado sobreponerse a los monstruos marinos que allí emergen. Proyecta empatía y compasión por los desafortunados y, al mismo tiempo, despierta los más bajos instintos de sus televidentes.

Su imagen la usa Johana Puertas quien aprovecha el parecido estético entre las dos para vender una ilusión a aquellos hombres solitarios y desvalidos en el amor y la lujuria que recurren a intercambiar sus servicios por dinero. Ellos disfrutan, tal vez, de la idea del “macho alfa” de poseer lo que desean y qué mejor posesión que una mujer famosa y segura de sí misma. Eso sí, es solo una fantasía, pero sirve para embriagar los sentidos unas horas a la semana.

En la primera página de la historia vemos cómo Margarita se rehúsa a acceder a las propuestas de un hombre de esos que nunca le han interesado, de los que parecen bestias en celo todo el tiempo y que solo se alimentan de su propio ego y vanidad en cada conquista que logran. A ella la libido no la traiciona y sabe muy bien qué tipo de hombre la enciende, aquel (como se deja muy claro en la novela) que va más allá de lo físico, que ha transcendido su corporeidad, y que ahora se eleva ante el arquetipo de hombre machista, posesivo y agresivo; y que, además, puede decidir y estar seguro de lo que quiere en la vida en todos sus aspectos, no culpa a nadie por su destino, pues él es el único responsable de lo que sufre (si así lo hace).

En esta descripción del hombre ideal con el que sueña Margarita y que en parte ilustra Carolina desde los tan citados millenials, se puede inferir la opinión crítica de una voz femenina y masculina cansada de las mismas interacciones superfluas que no llegan a ningún lado, a una monogamia obligada que trasgrede al ser porque permanece encadenado a la idea equívoca del amor. Puede que suene exagerado el comentario, pero Margarita da voz a esa generación dentro de C.A.L.I que ya no desea jugar a la doble moral.

Ahora bien, hay un detalle en la obra que quisiera resaltar y es la vestimenta como recurso distintivo de los estratos sociales y cómo se usa para incomodar, por ejemplo, a Juan Carlos y a Clara Flores, cuando observan a Tania junto al gringo, y que de manera despectiva empiezan a referirse a ella porque tiene la misma ropa de Clara - “ya no se distingue entre las trabajadoras sociales y las mujeres de clase alta”- este es un dardo directo que Carolina lanza sin temor, sobre cómo se parecen tanto la una a la otra (Clara y Tania) a pesar de su estatus económico, lo oculto empieza a verse.

Sabemos de ante mano que Clara no es una santa y que sus amigas de clase alta gozan de esos beneficios porque han planeado una estratagema silenciosa, como una araña que teje su tela para atrapar a su presa, y aquellos hombres, sus hombres, han pensado todo el tiempo que ellos son los conquistadores de esas tierras que alguna vez creyeron conquistar tan fácilmente.

Todos viven engañando y engañados. Y es tan divertido ser el espectador de estos hexágonos amorosos, lujuriosos, que el lector se satisface por tener ese pequeño poder de ver lo que los otros no ven; así como Lucifer que todo lo sabe y todo lo ve desde su penthouse. Aquí Andújar nos cuenta todo al oído y lo hace visible para nosotros, para que veamos, con sus ojos, la Cali de su ficción, de su realidad…

…Colombia se ha ido convirtiendo poco a poco en un atractivo turístico atrayente y accesible. Desde el acuerdo de paz aumentó el número de turistas que llegan a nuestro país, ya no tan temerosos por pasar sus últimos días en las selvas, cautivos por cualquier grupo armado al margen de la ley, sino, más bien, ansiosos de conocer sus paisajes, gastronomía, cultura, costumbres, etc. Además de poder comprar licor, drogas y mujeres a un precio irrisible.

C.A.L.I nos deja ver detrás de la cortina a ese personaje constante en el turismo, el gringo paz y amor, mochilero, soñador, “deconstruido” que viene a tener la experiencia en el país tercermundista porque aquí siente que encaja, que su miseria no se ve porque se opaca con la nuestra, que se siente rey comprando lo que quiera y sacando su cámara “altruista” para fotografiar la fauna y flora social, subirla a un blog y dar entrada a más de su especie. Carolina no perdona en su escritura y hace de nuestro viejo John Wilson, un náufrago total que no tiene ni idea de las aguas que navega ni de la isla donde ha quedado varado.

Hay un tinte justiciero en la obra, parece irónico, pero lo es. Así la justicia la haga el diablo, es justicia al final de cuentas y nos dibuja una sonrisa cuando vemos que aquellos que representan lo peor de nosotros son por fin castigados ¿Y no es esa la función del diablo? La de castigar a los malos… pensaría cualquiera ¿Qué culpa tiene Lucifer que los humanos se la pongan tan fácil? ¿Es el diablo inocente en todo este drama? ¿O es quién ha estado tirando los hilos todo el tiempo?

Lucifer sufre también, y se ve en la obra de la manera más ridícula posible, él sufre por su apariencia, por su vanidad, así es: el señor de los infiernos, el putas, el patas, Belcebú, La Antigua Serpiente, Mefistófeles, El Padre de las Mentiras, etc.  Como lo quieran llamar, tampoco se salva en C.A.L.I. Y aunque lo vemos en acción varias veces, el fragmento donde despliega todo su encanto, astucia y engaño es precisamente el viejo y conocido trato que realiza con los mortales de darles aquello que más desean. Aquí Carolina nos ilustra un diablo cauteloso que toma todas las medidas para que su imagen no se reconozca, pero que a pesar de ello siempre tiene la ventaja, atrae a estas dos almas inseguras de sí, acomplejadas y ambiciosas, que no dudan en pasar un rato con el que piensan es un señor mayor con dinero que puede complacerlas en lo que ellas quieran, por lo menos durante esa noche.

Lucifer hace su pregunta: “¿Qué es lo que más desean?”  frase icónica alusiva a la serie de Netflix, homónima (“Lucifer”), basada en el comic, donde su personaje principal es interpretado por el actor Tom Ellis, quien despierta los deseos más carnales, tanto de mujeres como de hombres. Tal vez este referente sea apropósito o no, y nuestro Satanás de C.A.L.I sea una versión más monstruosa que la llevada a la pantalla chica, pero algo si nos queda claro, el diablo solo busca su propia satisfacción a costa de otros y en este caso se la juega muy bien, siendo El Padre de las Mentiras sabe perfectamente como usar el lenguaje a su beneficio y la pobre Juliana se vuelve “popular” no como ella soñó sino como el diablo quiso.

 

El sufrimiento y la belleza de Luciano

 

Como vamos descubriendo al pasar las paginas, la vida de Luciano, un personaje muy enigmático, se va aclarando. Él logra cautivar a través de su singularidad, de su forma de ver el mundo, de su lucha interna. Todo este sufrimiento lo puede convertir en el arte más puro y bello. Busca constantemente su lugar y algo que lo ate o lo mantenga vivo. Quiere dejar su vida pasada y aquí Andújar nos muestra un mundo del que no todos pueden abrir la cortina y ojear. Ella hace una crítica directa a lo que hay detrás de los escuchas y seguidores del género metal y sus derivados, y cómo hay cierta inclinación fanática al satanismo que entorpece o nubla el arte que hay dentro de la música, critica a los falsos seguidores del género y nos muestra a Luciano tratando de redimirse de su caída en esas profundidades.

Luciano hace referencia a Lucifer (Lucero) y con este nombre nos presenta la posibilidad desde el principio de que éste sea hijo de nuestro querido Portador de Luz. Varias pistas sobre su apariencia física, su energía, su esencia, aparecen reflejadas en el libro a través de los personajes que tienen contacto con él, el mismo Andrés González cae ante su encanto. Andrés representa a ese profesional de la salud que trata de sanar sin haberse sanado él mismo y se mantiene a flote porque trata de convencer a los demás de que sabe, pero no es así, dentro de él se esconde la culpa y la indecisión. No es para sorprenderse que Andrés caiga ante los encantos de Luciano y quiera saber más sobre él, como cualquiera que mira al abismo y siente curiosidad por lo desconocido, lo raro, el qué habrá más allá…

Luciano sufre todas las noches, duerme con miedo a que algo lo posea y lo haga perder el control, esa sombra, eso que no aceptamos de nosotros, lo controla. No sabe si es culpable, pero siente que lo es.

En el capítulo “La belleza”, Carolina, con la voz prestada de Luciano, describe el concepto de belleza, es la cincelada más cuidadosa y sutil de la obra. Aquí se ve el alma de la escritora - si pudiéramos afirmarlo - ,claro está que quién habla es Luciano, pero quién da sentido a lo que dice es la creadora ,y en este el fragmento lo hace en un tono serio, es decir, lo irónico, lo pícaro, el humor negro, las pullas a la idiosincrasia Valluna y Colombiana, la burla a los personajes políticos y de la farándula, se hacen a un lado y nos deja ver un poco de sí misma, para dejarnos sostenidos, hipnotizados y convencidos de lo que leemos.

Después de esto, la obra empieza a dar respuesta a los enigmas planteados. La muerte de Margarita Puertas se esclarece - no para las autoridades – como pasa en el país, donde los ricos y poderosos manipulan la justicia a su antojo y salen libres siendo culpables, casi que el requisito para ser inocentes es ser culpable. Y a los pobres sin influencias se les deja en el olvido, como a doña Esperanza, cuyo nombre no es asignado de forma aleatorio ni casual, como se implica en la historia. Tal vez sea la única alma incorrupta de toda la obra, sin embargo, desde su inocencia sirve como apoyo a nuestro odiado Príncipe de las Tinieblas - una ironía palpable - . Y a pesar que el mismo Lucifer reitera que ella no es inmune a sus encantos, no ejerce una influencia negativa sobre ella, no directa, a pesar de ser el artífice de su desgracia.

Y, finalmente, nuestra autora culmina la obra haciendo un símil entre Lucifer y Cali, no se sabe quién depende más del otro para ser, incluso el proceso creativo de Luciano está marcado por el lodo en el que se encuentra, en ese caos que lo pulla a seguir creando, como si la luz dependiera de la oscuridad para brillar, que sabemos es así. Los demás personajes son conscientes del mal que les rodea, del infierno en que viven, pero aceptan su destino, están tan cómodos en el infierno que lo ven como un paraíso, un mundo que ya conocen y, como dicen las abuelas: “es mejor malo conocido que bueno por conocer”.

Nota: Espero que se acerquen a la obra y logren contemplar la Cali de Carolina con sus propios ojos y también puedan hablar de su viaje por ésta. Traté de abarcar muchos aspectos de la obra y espero que aquellos que se me hayan escapado los podamos discutir en un espacio que propicie el crecimiento conjunto y nos ayude a seguir compartiendo.

 

Un fuerte abrazo,

Camilo Ramírez Meza (El hijo de Laertes) 

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